El tifón Haiyan no solo mató a miles de personas y dejó sin hogar a millones más: azotó a una región ya de por sí muy pobre, sumiendo a las familias en una pobreza mayor aún y aumentando su vulnerabilidad de cara al próximo desastre. Tanto los Gobiernos como la población en general han actuado de forma generosa. Pese a los enormes problemas que existen, la respuesta humanitaria se está ampliando. Pero aún quedan por cubrir lagunas vitales. Con el comienzo del largo camino hacia la recuperación, las autoridades de Filipinas y el mundo entero deben incrementar los esfuerzos por abordar la pobreza y reducir el riesgo cada vez mayor que los desastres climáticos suponen para Filipinas y otros países.
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