Sowda Abdile Omar lleva a su hija a un control para medir su grado de desnutrición en Wajir (Kenia). Foto: Emma Greaves
La inflación alimentaria en los países de África Oriental, donde decenas de millones de personas están atrapadas en una alarmante crisis de hambre, ha aumentado considerablemente, alcanzando el 44 % en Etiopía, casi cinco veces el promedio mundial, según denuncia Oxfam Intermón.
Se estima que una persona muere cada 48 segundos solo en Etiopía, Kenia y Somalia, donde la peor sequía en décadas se ve exacerbada por la guerra en Ucrania y está disparando los precios de los alimentos.
En este contexto, los multimillonarios de sector de la alimentación han aumentado su riqueza colectiva en 382.000 millones de dólares desde 2020. Menos de dos semanas de sus beneficios serían más que suficientes para financiar la totalidad del llamamiento de la ONU de 6.200 millones de dólares para África Oriental, que actualmente está financiado apenas en un 16 %.
“Se está acaparando una cantidad monstruosa de riqueza en la parte superior de las cadenas de suministro de alimentos a nivel mundial”, dice Hanna Saarinen, responsable de política alimentaria en Oxfam Intermón, “mientras que el aumento de los precios de los alimentos contribuye a una catástrofe creciente que está dejando a millones de personas sin poder alimentarse. Los líderes mundiales se encaminan como sonámbulos hacia un desastre humanitario”.
“Necesitamos un nuevo sistema alimentario mundial para acabar realmente con el hambre; un sistema que funcione para todos. Los gobiernos pueden y deben movilizar suficientes recursos para prevenir el sufrimiento humano. Una buena opción sería gravar a los súper ricos que han visto dispararse su riqueza a niveles récord durante los últimos dos años”.
“Este sistema alimentario global en esencia roto -que es explotador, extractivo, mal regulado y en gran parte en manos de grandes agronegocios- se está volviendo insostenible para las personas y el planeta y está empujando a la inanición a millones, en África Oriental y en todo el mundo”.
Las personas que habitan en África oriental gastan hasta el 60 % de sus ingresos en alimentos, y la región depende excesivamente de los alimentos básicos importados. Por ejemplo, los alimentos y las bebidas representan el 54 % del IPC en Etiopía, en comparación con solo el 11,6 % en el Reino Unido. Mientras que muchas personas en los países ricos están luchando con el aumento de los precios al consumidor, en los países de África Oriental se enfrentan directamente al hambre y la indigencia.
En la aldea de Bundunbuto, Puntlandia (Somalia) el poder adquisitivo de las familias se ha reducido a la mitad en comparación con hace dos meses, lo que significa que cuando solían comprar 25 kg de arroz y azúcar, ahora solo pueden comprar 12,5 kg al mes.
En Somalia, donde recientemente se declaró un “riesgo de hambruna”, casi la mitad de la población (más de siete millones de personas) se enfrenta al hambre aguda, de los cuales 213.000 están en riesgo de hambruna.
Shamis Jama Elmi (38), madre de una familia de ocho, se mudó de Barate al campo de personas desplazadas de Docoloha en 2017 debido a la sequía. Con la asistencia en efectivo de $60 que recibe cada mes de Oxfam Intermón solo puede comprar 12 kg de harina, arroz y azúcar para mantener a su familia durante medio mes. “Comemos una vez al día y solíamos comer 3 veces al día. Solo comemos arroz con sal”.
Los precios mundiales de los alimentos han alcanzado su máximo en 50 años y ahora hay 828 millones de personas en todo el mundo que pasan hambre, 150 millones más que al comienzo de la pandemia de COVID. Incluso dentro de economías avanzadas como EEUU, el 20 % más pobre de la población se ve obligado a gastar cuatro veces más en alimentos que el 20 % más rico.
“Las naciones ricas deben cancelar de inmediato la deuda de esos países, que se ha duplicado en la última década, a fin de permitirles liberar recursos para hacer frente al aumento vertiginoso del hambre e importar el grano necesario. Este dinero puede y debe recuperarse fácilmente gravando a los ultra ricos”.
Para acabar con las causas profundas del hambre, los gobiernos deben regular mejor los mercados de alimentos y garantizar reglas de comercio internacional más flexibles a favor de las personas consumidoras, trabajadoras y agricultoras más vulnerables del mundo. Los gobiernos y los donantes deben apoyar a la pequeña agricultura, que en Asia y el África subsahariana proporcionan más del 70 % del suministro de alimentos.
Notas para la edición:
Periodista - Departamento de Comunicación
Oxfam Intermón es miembro de la confederación internacional Oxfam.