En primer lugar, cualquier abordaje de la política migratoria debe hacerse con un enfoque de derechos, priorizando el bienestar y el trato digno de las personas. Es decir, debe respetar el derecho internacional en materia de derechos humanos, asilo y refugio, rechazar las visiones ‘utilitaristas’ de la migración como mera ‘mano de obra’, y tener un compromiso antirracista.