Después de cinco años de sequía severa en Zimbabue, las lluvias llegaron de forma torrencial provocando devastadoras inundaciones. La agricultura se hizo casi imposible. Las reservas se agotaron. Más de 4 millones de personas se enfrentan a una grave crisis alimentaria.
Desde 1988 trabajamos en Zimbabue. El testimonio de Liliosa, Jane, Florence, Imanuel nos muestran que es posible romper el ciclo de la pobreza.
Me las arreglé para comprar comida y por lo menos podíamos sobrevivir
LILIOSA
16 años
Durante los momentos más duros de la sequía, Liliosa superó el hambre con una transferencia mensual en efectivo de unos 6 euros que le hacíamos desde Oxfam.
Liliosa cuida de su hija Nokutenda, de un año, y de su hermana de 13 años, Letwin, quien nació con VIH.
Ahora puedo dormir tranquila
Florence Zivambiso
71 años
“Fué muy duro. A veces pasábamos hasta tres días sin comida”, añade Florence.
A mujeres como ella les hemos distribuido teléfonos móviles. Enviamos SMS con saldo que ellas pueden canjear en puestos de comestibles. Este sistema innovador permite llegar a zonas muy remotas, refuerza el mercado local, da flexibilidad y les dignifica.
“La llegada de Oxfam a mi vida fue un gran alivio.” nos contaba cuando recibía el SMS.
Cada vez hay menos enfermedades transmitidas por el agua, los casos de cólera han desaparecido
Jane Tizvigoni
56 años
Jane preside el comité de agua del pozo de la escuela primaria Zvehuru que hemos rehabilitado, dando acceso a agua potable a 500 escolares y a 3 pueblos cercanos.
Nos explica con orgullo cómo ha recibido formación para conservar bien el pozo y sus alrededores. Ahora es ella quien forma a la comunidad en temas relacionadas con la higiene.
Ahora los alumnos pueden ir a la fuente y en solo cinco minutos ya están de vuelta
Imanuel Tabe
47 años
Imanuel nos cuenta que cuando no tenían el pozo funcionando, algunos niños y niñas faltaban a clase porque sabían que no tendrían acceso a agua. Algunos van andando unos 6 o 7 km de distancia.Muchos se quedaban en casa o desaparecían en la pausa para ir a recoger agua, en la mayoría de casos en mal estado. Esto les enfermaba, y afectaba al proceso de aprendizaje.
“Tienen tiempo para comer y para jugar en la pausa. La asistencia a la escuela ha mejorado”.
Ida pasa nueve horas cada día, caminando de ida y vuelta al río más cercano para recoger agua para su familia, y es agua en mal estado. "El tiempo que se pierde caminando para ir a buscar agua es un tiempo productivo que se desperdicia. Si pudiéramos acercar el agua al lugar donde vivimos, sería un tiempo productivo que nos ayudaría a hacer al menos algo para mejorar nuestro sustento".
Todavía no hemos podido llegar a trabajar en la comunidad de Ida. Ella, en sus caminatas, piensa en qué podría dedicar su tiempo y sus energías, iniciativas que le podrían sacar de la pobreza.
Contigo defenderemos a las mujeres que no se rinden y piensan en el futuro.
Oxfam Intermón es miembro de la confederación internacional Oxfam.