Faïnes, 41 años. Huyó de la guerra en Burundi en 1993, una guerra que se cobró la vida de todos sus hermanos y hermanas, y regresó en 2004. El programa de seguridad alimentaria le ayudó a su vuelta: “sentí que estaba empezando una nueva vida”. Cada familia que recibe una vaca, debe entregar la primera cría a otra familia, y así sucesivamente, de modo que no sólo más personas mejoran sus condiciones de vida, garantizando la continuidad de los efectos positivos del programa, sino que se refuerza la cohesión social en el seno de las comunidades. Fue una de las primeras en recibir una vaca, que ha tenido ya cuatro crías. Mientras una orgullosa Faïnes muestra su establo, Firmin, su marido se queda en un segundo plano. Ella es la protagonista. Cuenta cómo el abono orgánico ha mejorado la fertilidad del suelo; cómo han aprendido nuevas técnicas de cultivo que les han permitido aumentar sus cosechas; cómo la leche que venden en el mercado les da dinero que pueden dedicar a sus hijos.
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