La atrocidad de los ataques perpetrados con armas químicas en Damasco en agosto de 2013 desencadenó planes de intervención militar estadounidense poco acertados, una frenética actividad diplomática y, en última instancia, hizo surgir el liderazgo internacional que durante tanto tiempo había brillado por su ausencia en la crisis siria.Con la reanudación de las tan ansiadas negociaciones de paz previstas para noviembre próximo en Ginebra, este nuevo impulso podría significar un verdadero avance para emprender acciones de forma urgente e inmediata en la ayuda humanitaria y hacer esfuerzos por poner fin al derramamiento de sangre.Los gobiernos deben aportar una ayuda acorde con la escala de la crisis. Deben ejercer una presión concertada sobre el Gobierno de Siria, los grupos de la oposición y los países vecinos para garantizar que las personas necesitadas tengan acceso a esa ayuda. Y deben respaldar el llamamiento a una solución política a la crisis, insistiendo en el cese inmediato de las hostilidades y acordando poner fin al suministro de armas y municiones a todas las partes en guerra.
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