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Agricultura-
Ciutadania- Governabilitat i Drets Humans-
Resiliència i Mitjans de Vida-
Sector Privat
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En la última década se ha vendido en el mundo una superficie de terreno equivalente a ocho veces el tamaño del Reino Unido, a medida que las compras de tierra se han ido acelerando con rapidez. Dicha superficie podría alimentar a mil millones de personas, equivalente al número de personas que se acuestan con hambre cada noche. Cada seis días, los inversores extranjeros han estado comprando en los países pobres una superficie de tierra del tamaño de Londres. Los precios de los alimentos están experimentando grandes subidas por tercera vez en cuatro años, lo cual podría incrementar el interés por las tierras a medida que los países ricos intenten garantizar sus suministros alimentarios y que los inversores perciban la tierra como una buena apuesta a largo plazo. Demasiado a menudo los desalojos forzosos de los agricultores pobres son la consecuencia de estas transacciones de tierras, cada vez más habituales en los países en desarrollo. El Banco Mundial, que es el organismo normativo más importante a escala mundial y uno de los principales inversores, debería suspender sus propias inversiones en tierras y revisar su política y sus prácticas a fin de prevenir los acaparamientos de tierras. Anteriormente el Banco decidió suspender los préstamos cuando las precarias normas de concesión provocaron desposesiones y sufrimiento. Para que el Banco Mundial pueda desempeñar un papel relevante en el cese de la compra masiva de tierras, resulta necesario que vuelva a adoptar esta medida.
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